Diversos estudios científicos han llegado a la misma conclusión: No existe un número ideal de horas de sueño para todas las personas.
Mientras unos necesitan dormir sólo de 4 a 5 horas, otros necesitan más de 10.
Los recién nacidos duermen de 16 a 20 horas, a los 6 meses los bebés duermen toda la noche y permanecen despiertos de 6 a 8 horas al día.
A los 2 años duermen en total de 12 a 14 horas.
En general, los niños rara vez duermen por debajo de 10 horas, y de los 5 a los 10 años duermen alrededor de dos horas y media más que los adultos.
En los adultos el nivel medio se sitúa de 7 a 8 horas.
En las personas de 55 a 60 años se reducen las horas de sueño nocturno y es más necesaria una siesta vespertina.
A partir de los 70, es raro dormir más de 5 horas seguidas y son más frecuentes cabezadas esporádicas durante el día. Las famosas ocho horas definidas como necesarias para ser reparadoras parecen no ser más que a una imposición social que no responde a nuestros gustos e inclinaciones naturales.
Para su merma o ampliación surgen voces diferentes, y es que no todos los individuos tienen la misma necesidad, que depende de su constitución.
Federico el Grande consideraba que era indigno de un hombre inteligente el dormir más de tres horas cada noche. Napoleón matizaba más: "Cinco horas de sueño para un adulto, seis para un joven, siete para una mujer y ocho para un imbécil".
Afortunadamente otros personajes, no menos relevantes y de gran prestigio, como Goethe, Unamuno o Einstein, se sabe que dormían mucho más del tiempo prescrito por el emperador.