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ANTECEDENTES CIENTIFICOS

 
Nuestro reloj biológico

Recientemente, científicos estadounidenses creen haber localizado la zona del cerebro que actúa como "reloj biológico", con el que se controla el sueño, el despertar y otras funciones del cuerpo humano. Se trata del hipotálamo, parte del cerebro humano que contiene receptores de "melatonina", hormona que influye en el sueño y el despertar. Fue a partir de los años treinta cuando comenzó a estudiarse el sueño desde el punto de vista neurológico, y uno de los primeros aportes fue precisamente este descubrimiento. Posteriormente, en la década de los cincuenta, Dement y Jouvet en Francia y Aserinsky y Kleitman en Estados Unidos, comprobaron la existencia de dos fases que se suceden cíclicamente, cuatro o seis veces, durante la noche.
La primera fase es la llamada "sueño lento", que dura de hora y media a dos horas, durante la cual la actividad eléctrica del cerebro es lenta y amplia, como demuestran las ondas del electroencefalograma. Es el momento en que se restituyen al organismo las energías perdidas, en que se segrega la hormona del crecimiento y se producen los anticuerpos encargados de luchar contra las enfermedades. Le sigue el "sueño paradójico", de aproximadamente venticinco minutos, también llamado REM (Rapid Eyes Movement) porque se caracteriza exteriormente por el movimiento rápido de los ojos; se produce además una respiración más rápida y un pulso más irregular. Las ondas reflejan una mayor actividad eléctrica en el cerebro.

Entonces soñamos, todos, aunque alguien lo niegue, ya que sólo nos acordaremos si nos despiertan en ese momento. Se relaciona esta fase con los procesos de memorización y aprendizaje, además de la maduración del sistema nervioso central. Su supresión ocasiona serios transtornos psíquicos en la persona.

Los periodos REM disminuyen con el paso de los años; mientras los recién nacidos pasan en ella gran parte del tiempo, en los adultos sólo representa de un 20 a un 30 por ciento. Como responsable de la fase onírica del sueño, fue descubierta a principios de los ochenta una hormona denominada vasotocina, que parece desempeñar un importante papel en la diferenciación y maduración del cerebro. Durante el día no se ha demostrado la existencia de esta hormona en los adultos, aunque sí al ser despertados durante la fase REM. En el mismo sentido, su concentración en la glándula pineal y en el líquido cefalorraquídeo disminuye con la edad al tiempo que la duración del sueño.


Horas de sueño y esperanza de vida

Existe una relación entre cantidad y calidad de horas de sueño y esperanza de vida: Según criterio de expertos en sueño, dormir bien le permite vivir más.

En sus estudios han observado que la mortalidad es superior en las personas que duermen muy pocas horas en relación con las que duermen un número adecuado de horas, hecho que se agrava si el sueño no es suficientemente reparador.

Aún se desconoce cómo se produce el sueño, se sabe que el sueño está regido por el sistema nervioso central y que se produce un cambio en el tipo de actividad de conciencia: hay actividad cerebral pero sin llegar al estado de vigilia. Este cambio en la función cerebral afecta especialmente a los aparatos respiratorio (apneas) y cardiovascular, pudiéndose llegar a alteraciones patológicas. (Hay una mayor mortalidad por enfermedad cardiovascular a altas horas de la madrugada, quizás porque en algunos procesos en el periodo de sueño existe una mayor vulnerabilidad.)


Somnolencia y accidentes

Dormir mal multiplica los riesgos. Uno de cada tres siniestros de tráfico está relacionado con la somnolencia en la conducción pues dormir poco o mal multiplica al menos por 2 el riesgo de sufrir un accidente de tráfico.
Igualmente, trabajar de noche, o cambiar continuamente de turno, multiplica el riesgo de accidente por 6.

También son factores de riesgo frente a accidentes, el consumo de fármacos o el de alcohol, que también pueden ir relacionados con una mayor somnolencia.

Pese al desprecio de algunos por esta actividad, al considerarla una pérdida de tiempo o algo parecido a la muerte, no cabe duda, y los estudios realizados lo han demostrado, que su supresión durante un tiempo prolongado acaba con la vida lo mismo que el hambre, incluso antes.

Aunque aparentemente estemos inactivos, el cerebro y el sistema nervioso no lo están y su actividad es semejante al periodo de vigilia. Mientras dormimos, además de una función reparadora, se están cumpliendo otras de gran importancia para nuestro equilibrio mental.

El número de horas que se requieren para estos fines es otro problema en el que no parecen ponerse de acuerdo los estudiosos, aunque hay una tendencia a considerar que cada persona tiene un ritmo y unas exigencias diferentes, no necesariamente las típicas ocho horas. De todas maneras, para aquellos que duermen menos de lo que necesitan por la noche, siempre les queda el consuelo de la controvertida siesta.

 

 
 
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